Llevábamos casi todo el curso preparando el Voluntariado en la India. Una de las actividades estrellas del verano en el Colegio Mayor. Teníamos subrayado en nuestro calendario el día 11 de julio, que era el día que iniciábamos el voluntariado. Del 11 al 31 de julio un grupo de 27 universitarios tuvimos la suerte de participar como voluntarios en el proyecto “Football is Life” que desarrolla Cooperación Internacional en Bombay, una de las ciudades más grandes y pobladas del mundo situada en la costa oeste de la India.
El viaje, desde el momento en que nos bajamos del avión hasta que nos despedimos del país asiático, fue un gran choque cultural. La travesía del aeropuerto hacia la casa donde nos hospedábamos con las calles a rebosar de puestos ambulantes, de gente de un lado para otro, y un tráfico salvaje, nos fue haciendo a la idea que la experiencia que acababa de comenzar iba a ser inolvidable.
Los primeros días estuvimos acompañados por Jaime Ciprés, coordinador del proyecto en la ciudad, que nos fue guiando por la ciudad y explicándonos dónde y en qué iba a consistir el trabajo que íbamos a realizar a lo largo de esos días.
El fútbol une. El fútbol ilusiona. El fútbol es hoy en día una de las llaves más efectivas para darse a los demás. Con esta mentalidad iniciamos el proyecto “Football is Live” en Govandi uno de los slums más grandes y con menos recursos de la ciudad.
Por las mañanas, mientras uno de los tres grupos en los que nos dividimos se dedicaba a pintar una pequeña escuela, el resto iba a otro colegio, donde impartíamos clases a unos 50 niños y niñas de inglés, con los mismos continuábamos con unas pequeñas nociones básicas de fútbol bajo la lluvia continua, ya que julio es uno de los meses dónde son muy frecuentes lo monzones en esa zona. El motivo del dar clases de inglés es que aprendan el idioma para que puedan tener más posibilidades laborales en el futuro.
Rápidamente los chavales se acostumbraron a nuestra presencia y ambas partes perdimos la timidez inicial para hacer celebraciones si alguien metía un gol, aprender bailes de las más pequeñas o cantar con ellos.
Al acabar las clases, volvíamos a la aventura de la movilidad por la ciudad y a luchar por un sitio en el autobús o en el tren, que nos acercaba a la casa. Tras comer no perdíamos el ritmo y nos marchábamos en un tren de cercanías temerario para continuar con el proyecto en dos orfanatos de la ciudad. En estos vivían un total de 45 niños.
Una vez ahí, charlábamos con los niños mientras les dábamos clases de inglés o matemáticas según sus necesidades. Más tarde comenzaban el tiempo para juegos donde nosotros les ensañábamos el entretenimiento de nuestra infancia y ellos a su vez algún juego local.
Por otro lado, utilizamos los fines de semana para ir en primer lugar a la casa de los Hermanos de la Caridad a echar una mano en lo que pudiésemos y a continuación pasear por los rincones más emblemáticos del lugar, visitar los mercados, y hacer deporte entre nosotros.
Volvimos todos encantados de la experiencia, de haber podido aportar nuestro granito de arena al proyecto y con muchas lecciones aprendidas que seguro que las vamos a retener en nuestra memoria toda la vida.
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